Los gritos de desesperación se han acabado. Quedan ingritos dolorosos que se han interiorizado tanto que nos ha dejado sin voces, hambrientos de empatía.
El plato ya está servido, los tenedores del poder se reparten España con patatas fritas, mientras dan la vuelta al plato toreros que también torean. ¿Qué hacemos, Don Francisco? ¡Sambenito y calle!